CategorÃas, clases, grados, órdenes, todo eso se queda para la
tierra.
Que pensé un momento:
«_¡Dios mio, qué solos
se quedan los muertos!!_»
De la alta campana
La lengua de hierro,
Le dió, volteando,
Su adiós lastimero.
sabe, va mucho en
gustos.[5] Yo, de mÃ, sé decir[6] que prefiero el cacao de Bolivia,
especialmente el que se cultiva en las faldas de La Paz y Cochabamba;
otros se quedan con el del EspÃritu Santo o BahÃa, en el Brasil.
Ante aquel contraste
De vida y misterios,
De luz y tinieblas,
Medité un momento:
«_¡Dios mio, qué solos
se quedan los muertos!!_»
De la casa en hombros
Lleváronla al templo,
Y en una capilla
Dejaron el féretro.
La noche se entraba,
Reinaba el silencio;
Perdido en las sombras,
Medite un memento:
«_¡Dios mÃo, qué solos
se quedan los muertos?!_»
En las largas noches
Del helado invierno,
Cuando las maderas
Crujir hace el viento
Y azota los vidrios
El fuerte aguacero,
De la pobre niña
à solas me acuerdo.
Y ya abrÃa el marqués la boca para pronunciar:
«Jacinto se quedará, porque me hace falta á mÃ,» cuando á su vez
apareció en el marco de la puerta la rubicunda faz del cochero, que sin
pedir autorización y con insolente regocijo venÃa á despedirse de su
amo, porque él se largaba ¡ea!
Por más que fuese{19-1}
un poco dÃscolo y soberbio, al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser
alcalde.
--¿Qué hay?--me preguntó doña Catalina; y comprendiendo lo que pasaba
añadió:
--Era lo único que me quedaba en el mundo; cúmplase la voluntad de Dios.
PermanecÃa largas horas arrodajada en un
tapiz, herencia de mi tÃa, esperando que terminase la confesión de los
fieles, porque ella siempre se quedaba de última, para tener tiempo de
escudriñar los más ocultos repliegues de su conciencia, en busca de
algún pecadillo olvidado que poder{188-2} llevar al tribunal de la
penitencia; y es dable sospechar que más de una vez le suministré yo el
deseado pretexto.
¿Quién se quedaba con el pobre niño?
Cuando los daneses llegaban a un pueblo inglés rico
y próspero, se quedaban con[200] él y hacÃan huir a sus
habitantes.
¡Se lloraba al padre, al esposo, al hijo,
que se iban, quizá para siempre; pero que, al irse, se llevaban el pan
de los que se quedaban!
El león se quedó pensativo.
El segador se quedó estupefacto.
Arrojóla el animal
Y se quedó sin comer.
Mi pobre señor Frutos se quedó atónito y consternado.
El mozo tomó el reloj, y se quedó mirándolo muy atento.
Por fin Tony soltó su presa, y se quedó como enclavado en medio
de la vereda.
Después se quedó otra
vez tan tranquilo y siguió trabajando sin preocuparse de lo porvenir.
El chalán se quedó aturdido, porque aquella pérdida le
colocaba en una situación difÃcil para hacer frente á sus negocios.
Poco á poco aquella lengua, que acariciaba á su asesino, fué
perdiendo la fuerza y el calor, hasta que se quedó inmóvil y frÃa.
Finita se quedó al parecer algo chafada: sin duda esperaba otra cosa: y
llegándose vivamente á CurrÃn, le dijo entre dientes:
--¿Y...
No se supo nunca a dónde fueron a parar, y tan
triste se quedó la población sin niños, que estuvieron
sus habitantes a punto de[147] morir de melancolÃa.
Por razones que ignoramos habÃa salido muy
mal este matrimonio, y cuando al cabo de veinte años de peloteras murió
la mujer, el buen hombre se quedó como en la gloria.
Después de mecerse un instante en ese vago espacio que media entre la
vigilia y el sueño, entornó al fin los ojos, dejó escapar la ballesta
de sus manos y se quedó profundamente dormido.
Cuando éste comprendió que su padre habÃa muerto, no lloró, porque los
leones no lloran; pero se tendió junto á él, acercó su cabeza enorme á
la enorme cabeza del león difunto, y asà se quedó un rato.
Un chico rubio, vestido de marinero,
con cara de desvergonzado, se quedó fijo delante de nuestras niñas
contemplándolas con insistencia, y no hallando al parecer conveniente la
gravedad que mostraban, se puso á hacerles muecas en son de menosprecio.
El tÃo Paciencia se quedó en su banco cavilando y ponderando todo lo que
acababa de ver y oÃr.--¡Zapatazos!--dijo para sÃ.--He pasado toda mi
vida sufriendo con santa paciencia todos los trabajos y humillaciones de
la tierra, creyendo que en el cielo todos los hombres serÃan iguales.
The even verses of the poem have the same
assonance throughout.]
[Footnote 2: radia una idea = 'there gleams some fancy.']
XIV[1]
Te và un punto,[2] y, flotando ante mis ojos
La imagen de tus ojos se quedó,
Como la mancha obscura, orlada en fuego,
Que flota y ciega, si se mira al sol.
Pues ¿y si yo le dijera que no hace
aún tres años cabales que con estos mismos ojos que se ha de comer la
tierra, la và caer por lo alto de ese derrumbadero, dejando en cada
uno de los peñascos y de las zarzas un jirón de vestido ó de carne,
hasta que llegó al fondo donde se quedó aplastada como un sapo que se
coge debajo del pie?
¿Con qué se quedó el uno?
¿Por qué se quedó triste el pueblo?
¿Por qué se quedó sorprendido después
de haber entrado en el cielo?
40 Viniendo pues los Samaritanos á él, rogáronle que se quedase allÃ: y
se quedó allà dos dÃas.
7.--=se tendió=, 'he
stretched himself out.' Note that =se= is here to be translated by the
reflexive pronoun 'himself.'
[2.13] =se quedó=, 'he remained.' Note that =se= is not to be
translated.
«¿Sabes que te he de decir una cosa?»--murmuró el chico.--«Anda,
dÃmela.»--«Hoy no.»--La doncella que acompañaba á Finita al colegio,
habÃa mostrado hasta aquel instante risueña tolerancia con la escena
filatélica; pero le pareció que se prolongaba mucho, y pronunció un
«vamos, señorita,» que significaba: «Hay que ir al colegio....»
CurrÃn se quedó admirando su sello y pensando en Finita.
Terminada la refacción se quedaron ambos algunos momentos al lado de la
chimenea.
Los tres bribones se quedaron pasmados de asombro, y tanto importunaron
al lugareño que éste acabó por exclamar:
--Pues bien, por cincuenta pesetas les venderé el sombrero.
¡Veinticinco minutos!» saltaron del tren,
pero al sentar el pie en el andén, se quedaron indecisos.
los mil reales, y yo daré las señas de
_Parrón_, el cual se ha quedado con mis tres duros y medio.
--¿Qué es eso, hombre, que se ha quedado Vd.
Ella no sabÃa lo que significaban la tal mula ni el tal
buey; pero atenta á que todas las cosas fuesen perfectas, reclamó una y
otra vez del solÃcito padre el par de animales que se habÃa quedado en
Santa Cruz{67-1}.
Todo continuaba lo mismo: las luces ardiendo, derramando en copiosos
chorros la blanca cera sobre las arandelas; las imágenes en el propio
sitio, sin mover brazo ni pierna ni desplegar sus austeros labios; la
mujer sumida plácidamente en un sueño que debÃa saberle á gloria;{71-1}
todo seguÃa lo mismo, menos la caja azul, que se habÃa quedado vacÃa.
no conviene que nos quedemos allÃ.