Gritos,
cerramientos estrepitosos de puertas, vidrios rotos, repliegues de las
jugadoras a un rincón, y protestas de los dueños de la casa,--tal era el
comienzo de la lucha.
This beautiful woman, Galatea, became his
wife, and bore him a son called Paphos, founder of the city of that
name in Cyprus.]
--Por mi parte, puedo deciros que siempre la creà una locura; mas
desde anoche comienzo á comprender la pasión del escultor griego.
=comienzo=, _m._, beginning.
=comienzo=, =-as=, =-a=, _etc._: _see_ =comenzar=.
--Por mi parte, puedo deciros que siempre la creà una locura; mas desde
anoche comienzo á comprender la pasión del escultor griego.
=dar=, 5, to give;
=---- a=, to open upon;
=---- a entender=, to make known, indicate;
=---- apoyo=, to assist;
=---- comienzo a=, to begin;
=---- una carcajada=, to burst out laughing;
=---- con=, to come upon;
=---- crédito a=, to believe;
=---- cuenta=, to render account;
=---- chasco a=, to play a joke on;
=---- de comer a=, to feed;
=---- disgusto(s) a=, to displease;
=---- (las) gracias=, to thank;
=---- gusto=, to please;
=---- Ãmpetu a=, to encourage, aid;
=---- incremento a=, to increase;
=---- lástima a=, to inspire pity in;
=---- miedo=, to make afraid;
=---- motivo para=, to give reason for;
=---- muestra de=, to show indication of;
=---- parabienes a=, to congratulate;
=---- pena=, to grieve;
=---- por resultado=, to result in;
=---- un rodeo=, to walk around;
=---- señales de=, to give signs of;
=---- tumbos=, to stagger;
=----se cuenta de=, to become aware of, to notice;
=----se por=, to consider oneself as;
=----se trazas de=, to scheme.
El caballo comienza a marchar.
of_ =comer=
=comienza= _3 sing.
Nuestro joven señor comienza por donde
otros acaban ...
XXXVI.--EDUCACIÓN
--¿A qué edad comienza la educación de los niños en la América latina?
Pero llega un
obrero que comienza a golpearla, haciéndola pedazos con su
martillo, y la roca exclama:
--Este obrero es más poderoso que yo; ¡Quisiera ser este
obrero!
Pasó el introito[1] y el Evangelió[2] y el ofertorio,[3] y llegó el
instante solemne en que el sacerdote, después de haberla consagrado,
toma con la extremidad de sus dedos la Sagrada Forma y comienza á
elevarla.
Los demás viajeros conseguimos tranquilizarle, y la señora se ve
acometida de un estremecimiento nervioso, y comienza á herir la
delicadeza del fabricante desatándose en improperios contra los corchos,
hasta que llega el interventor del tren y exige el billete de la perra
con mal talante.
En esos ligeros y cortados sueños de la mañana, ricos en imágenes
risueñas y voluptuosas, sueños diáfanos y celestes como la luz que
entonces comienza á transparentarse á través de las blancas cortinas
del lecho, no ha habido nunca imaginación de veinte años que
bosquejase con los colores de la fantasÃa una escena semejante á la
que se ofrecÃa en aquel punto á los ojos del atónito Garcés.
10
A medida que el tren adelanta en su marcha desde
Puerto Limón hacia el interior del paÃs se comienza a
advertir los cambios que presenta la naturaleza.
--En acosar y perseguir á los infelices pastores que se arriesgan por
esa parte de monte, ya haciendo ruido entre las matas, como si fuese
un lobo, ya dando quejidos lastimeros como de criatura, ó
acurrucándose en las quiebras de las rocas que están en el fondo del
precipicio, desde donde llama con su mano amarilla y seca á los que
van por el borde, les clava la mirada de sus ojos de buho, y cuando el
vértigo comienza á desvanecer su cabeza, da un gran salto, se les
agarra á los pies y pugna hasta despeñarlos en la sima....
Las viejas naciones se han ejercitado por
décadas en un arte que apenas comenzamos[9] a ensayar nosotros.
Como no vimos la bala, comenzamos á reir satisfechos y hasta orgullosos
de que nos avisasen tan ruidosamente.
[9] =que apenas comenzamos,= _which we have scarcely begun_
(_attempted_); _in which we are beginners_.
Ya comienzan los golpes ¡vecina!
Desde hoy comienzan la reclusión y el ayuno.
Esteban, exclamó don DionÃs con aire burlón, sigue
los consejos del preste de Tarazona; no hables de tus encuentros con
los corzos amigos de burlas, no sea que haga el diablo que al fin
pierdas el poco juicio que tienes; y pues ya estás provisto de los
Evangelios y sabes las oraciones de San Bartolomé, vuélvete á tus
corderos, que comienzan á desbandarse por la cañada.
Entre tanto no son sus trastornos, como suele pintarlos la pasión de los
extraños, ininterrumpidos: ha mucho tiempo que, fuera del campo de
batalla, no se derrama en esos pueblos sangre alguna por causas
polÃticas: depuestas las armas, los hombres contienen sus resentimientos
de partido, y se guardan entre sà las consideraciones de la amistad.[3]
El trabajo, escaso antes de la revolución por las trabas sin cuento[4]
que lo agobiaban, se ha desarrollado bajo el amparo de la libertad:
lejos de decaer las grandes ciudades, se mejoran y prosperan: los
caminos de hierro comienzan, y en algunas repúblicas gozan de
importancia.
HabÃa muerto de fatiga, habÃa muerto cuando la carrera del herido
jabalà comenzaba á acortarse; cuando bastaba un solo esfuerzo más para
alcanzarlo.
Entre la gente menuda que se apiñaba á los pies de la iglesia, se oÃa
un rumor sordo y confuso, cierto presagio de que la tempestad
comenzaba á fraguarse y no tardarÃa mucho en dejarse sentir.
se decÃan unos á otros, y nadie sabÃa
responder, y todos se empeñaban en adivinarlo, y crecÃa la confusión,
y el alboroto comenzaba á subir de punto, amenazando turbar el orden y
el recogimiento propios de la iglesia.
La multitud comenzaba á rebullirse, demostrando su
impaciencia; los caballeros cambiaban entre sà algunas palabras á
media voz, y el arzobispo mando á la sacristÃa uno de sus familiares á
inquirir el por qué no comenzaba la ceremonia.
La noche comenzaba á extender sus sombras, la luna rielaba en la
superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y
los ojos verdes brillaban en la obscuridad como los fuegos fatuos que
corren sobre el haz de las aguas infectas....
El sol habÃa traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban á
grandes pasos, por su falda; la brisa gemÃa entre los álamos de la
fuente, y la niebla, elevándose poco á poco de la superficie del lago,
comenzaba á envolver las rocas de su margen.
Qué risas, qué esclamaciones, qué agasajos; a nuestros
cigarros correspondia con nidos de perdices que ya con tiempo tenia
vistos entre los boldos y teatinas, y comenzaba a preguntarnos de todo,
de si habria guerra, de si habÃamos concluido la carrera, de si habÃamos
encontrado novia.
Los murmullos y las exclamaciones iban subiendo de punto; la gente
comenzaba á agruparse en torno de los actores de la escena; doña Inés,
ó aturdida ó complaciéndose en prolongarla, daba vueltas de un lado á
otro, como buscando donde refugiarse y evitar las miradas de la gente,
que cada vez acudÃa en mayor número.
Ambos habÃan nacido en Toledo; juntos habÃan hecho sus primeras armas,
y en un mismo dÃa, al encontrarse sus ojos con los de doña Inés, se
sintieron poseÃdos de un secreto y ardiente amor por ella, amor que
germinó algún tiempo retraÃdo y silencioso, pero que al cabo comenzaba
á descubrirse y á dar involuntarias señales de existencia en sus
acciones y discursos.
Ya se extendÃan los brazos del signo de nuestra redención, ya
comenzaba á formarse la cabecera, cuando la diabólica y encendida masa
se retorcÃa de nuevo como en una convulsión espantosa, y rodeándose al
cuerpo de los desgraciados, que pugnaban por desasirse de sus brazos
de muerte, se enroscaba en anillas como una culebra, ó se contraÃa en
zigzag como un relámpago.
Ya el cortesano combate de ingenio y galanura comenzaba á hacerse de
cada vez más crudo; las frases eran aún corteses en la forma, pero
breves, secas, y al pronunciarlas, si bien las acompañaba una ligera
dilatación de los labios, semejante á una sonrisa, los ligeros
relámpagos de los ojos imposibles de ocultar, demostraban que la
cólera hervÃa comprimida en el seno de ambos rivales.
Mi abuelo se lo narró á mi
padre; mi padre me lo ha referido á mÃ, y yo te lo cuento ahora,
siquiera no sea mas que por pasar el rato.[1]
***
[Footnote 1: por pasar el rato = 'to while away the time.']
I
El crepúsculo comenzaba á extender sus ligeras alas de vapor sobre las
pintorescas orillas del Segre,[1] cuando después de una fatigosa
jornada llegamos á Bellver,[2] término de nuestro viaje.
El cielo, que desde el amanecer se
mantuvo cubierto y nebuloso, comenzaba á obscurecerse á medida que el
sol, que antes transparentaba su luz á través de las nieblas, iba
debilitándose, cuando, con la esperanza de ver su famoso castillo como
término y remate de mi artÃstica expedición, dejé á Litago[1] para
encaminarme á Trasmoz,[2] pueblo del que me separaba una distancia de
tres cuartos de hora por el camino más corto.
Como á esta sazón notase don DionÃs que entre unas y otras las horas
del calor eran ya pasadas y el vientecillo de la tarde comenzaba á
mover las hojas de los chopos y á refrescar los campos, dió orden á su
comitiva para que aderezasen las caballerÃas que andaban paciendo
sueltas por el inmediato soto; y cuando todo estuvo á punto, hizo seña
á los unos para que soltasen las traÃllas, y á los otros para que
tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosiguió
adelante la interrumpida caza.
à medida que las libaciones se hacÃan más numerosas y frecuentes, y el
vapor del espumoso _Champagne_ comenzaba á trastornar las cabezas,
crecÃan la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los
cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares
los cascos de las botellas vacÃas, y aquéllos cantaban á toda voz
canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá prorrumpÃan
en carcajadas, batÃan las palmas en señal de aplauso, ó disputaban entre
sà con blasfemias y juramentos.
à medida que las libaciones se hacÃan más numerosas y frecuentes, y el
vapor del espumoso _Champagne_ comenzaba á trastornar las cabezas,
crecÃan la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los
cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares
los cascos de las botellas vacÃas, y aquellos cantaban á toda voz
canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá
prorrumpÃan en carcajadas, batÃan las palmas en señal de aplauso, ó
disputaban entre sà con blasfemias y juramentos.
La verdad era que el camino, que
equivocadamente habÃa tornado, se hacÃa cada vez más áspero y difÃcil
y que por una parte la sombra que ya arrojaban las altÃsimas rocas,
que parecÃan suspendidas sobre mi cabeza, y por otro el ruido
vertiginoso del agua que corrÃa profunda á mis pies, y de la que
comenzaba á elevarse una niebla inquieta y azul, que se extendÃa por
la cortadura borrando los objetos y los colores, parecÃan contribuir á
turbar la vista y conmover el ánimo con una sensación de penoso
malestar que vulgarmente podrÃa llamarse preludio de miedo.
Asà transcurrió el espacio de tres años; la historia del _mal
caballero_, que sólo por este nombre se le conocÃa, comenzaba á
pertenecer al exclusivo dominio de las viejas, que en las eternas
veladas del invierno las[1] relataban con voz hueca y temerosa á los
asombrados chicos; las madres asustaban á los pequeñuelos
incorregibles ó llorones diciendoles: _¡que viene el señor del
Segre!_[2] cuando he aquà que no sé si un dia ó una noche, si caÃdo
del cielo ó abortado de los profundos, el temido señor apareció
efectivamente, y como suele decirse, en carne y hueso, en mitad de sus
antiguos vasallos.
Cerca de una hora hacÃa que la conversación giraba alrededor de este
asunto, y ya comenzaba á interpretarse de diversos modos la ausencia
del recién venido, á quien uno de los presentes, antiguo compañero
suyo de colegio, habia citado para el Zocodover, cuando en una de las
boca-calles de la plaza apareció al fin nuestro bizarro capitán
despojado de su ancho capotón de guerra, luciendo un gran casco de
metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turquà con
vueltas rojas y un magnÃfico mandoble con vaina de acero, que resonaba
arrastrándose al compás de sus marciales pasos y del golpe seco y
agudo de sus espuelas de oro.
Cerca de una hora hacÃa
que la conversación giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba á
interpretarse de diversos modos la ausencia del recién venido, á quien
uno de los presentes, antiguo compañero suyo de colegio, habÃa citado
para el Zocodover, cuando en una de las boca-calles de la plaza apareció
al fin nuestro bizarro capitán despojado de su ancho capotón de guerra,
luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una
casaca azul turquà con vueltas rojas y un magnÃfico mandoble con vaina
de acero, que resonaba arrastrándose al compás de sus marciales pasos y
del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro.
¡ No creo en Dios!_ decia aún su acento
agitándose en aquel océano de blasfemias; y Teobaldo comenzaba á
creer.
47 Este, como oyó que Jesús venÃa de Judea á Galilea, fué á él, y
rogábale que descendiese, y sanase á su hijo, porque se comenzaba á morir.
20, note 2.]
Cuando Garcés llego á la cañada y al punto en que, según las
instrucciones de Esteban, debÃa aguardar la aparición de las corzas,
la luna comenzaba á remontarse con lentitud por detrás de los cercanos
montes.
HabÃa muerto de fatiga, habÃa muerto cuando la carrera del herido
jabalà comenzaba á acortarse; cuando bastaba un solo esfuerzo más para
alcanzarlo.
Entre la gente menuda que se apiñaba á los pies de la iglesia, se oÃa
un rumor sordo y confuso, cierto presagio de que la tempestad
comenzaba á fraguarse y no tardarÃa mucho en dejarse sentir.
se decÃan unos á otros, y nadie sabÃa
responder, y todos se empeñaban en adivinarlo, y crecÃa la confusión,
y el alboroto comenzaba á subir de punto, amenazando turbar el orden y
el recogimiento propios de la iglesia.
La multitud comenzaba á rebullirse, demostrando su
impaciencia; los caballeros cambiaban entre sà algunas palabras á
media voz, y el arzobispo mando á la sacristÃa uno de sus familiares á
inquirir el por qué no comenzaba la ceremonia.
La noche comenzaba á extender sus sombras, la luna rielaba en la
superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y
los ojos verdes brillaban en la obscuridad como los fuegos fatuos que
corren sobre el haz de las aguas infectas....
El sol habÃa traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban á
grandes pasos, por su falda; la brisa gemÃa entre los álamos de la
fuente, y la niebla, elevándose poco á poco de la superficie del lago,
comenzaba á envolver las rocas de su margen.
Qué risas, qué esclamaciones, qué agasajos; a nuestros
cigarros correspondia con nidos de perdices que ya con tiempo tenia
vistos entre los boldos y teatinas, y comenzaba a preguntarnos de todo,
de si habria guerra, de si habÃamos concluido la carrera, de si habÃamos
encontrado novia.
Los murmullos y las exclamaciones iban subiendo de punto; la gente
comenzaba á agruparse en torno de los actores de la escena; doña Inés,
ó aturdida ó complaciéndose en prolongarla, daba vueltas de un lado á
otro, como buscando donde refugiarse y evitar las miradas de la gente,
que cada vez acudÃa en mayor número.
Ambos habÃan nacido en Toledo; juntos habÃan hecho sus primeras armas,
y en un mismo dÃa, al encontrarse sus ojos con los de doña Inés, se
sintieron poseÃdos de un secreto y ardiente amor por ella, amor que
germinó algún tiempo retraÃdo y silencioso, pero que al cabo comenzaba
á descubrirse y á dar involuntarias señales de existencia en sus
acciones y discursos.
Ya se extendÃan los brazos del signo de nuestra redención, ya
comenzaba á formarse la cabecera, cuando la diabólica y encendida masa
se retorcÃa de nuevo como en una convulsión espantosa, y rodeándose al
cuerpo de los desgraciados, que pugnaban por desasirse de sus brazos
de muerte, se enroscaba en anillas como una culebra, ó se contraÃa en
zigzag como un relámpago.
Ya el cortesano combate de ingenio y galanura comenzaba á hacerse de
cada vez más crudo; las frases eran aún corteses en la forma, pero
breves, secas, y al pronunciarlas, si bien las acompañaba una ligera
dilatación de los labios, semejante á una sonrisa, los ligeros
relámpagos de los ojos imposibles de ocultar, demostraban que la
cólera hervÃa comprimida en el seno de ambos rivales.
Mi abuelo se lo narró á mi
padre; mi padre me lo ha referido á mÃ, y yo te lo cuento ahora,
siquiera no sea mas que por pasar el rato.[1]
***
[Footnote 1: por pasar el rato = 'to while away the time.']
I
El crepúsculo comenzaba á extender sus ligeras alas de vapor sobre las
pintorescas orillas del Segre,[1] cuando después de una fatigosa
jornada llegamos á Bellver,[2] término de nuestro viaje.
El cielo, que desde el amanecer se
mantuvo cubierto y nebuloso, comenzaba á obscurecerse á medida que el
sol, que antes transparentaba su luz á través de las nieblas, iba
debilitándose, cuando, con la esperanza de ver su famoso castillo como
término y remate de mi artÃstica expedición, dejé á Litago[1] para
encaminarme á Trasmoz,[2] pueblo del que me separaba una distancia de
tres cuartos de hora por el camino más corto.
Como á esta sazón notase don DionÃs que entre unas y otras las horas
del calor eran ya pasadas y el vientecillo de la tarde comenzaba á
mover las hojas de los chopos y á refrescar los campos, dió orden á su
comitiva para que aderezasen las caballerÃas que andaban paciendo
sueltas por el inmediato soto; y cuando todo estuvo á punto, hizo seña
á los unos para que soltasen las traÃllas, y á los otros para que
tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosiguió
adelante la interrumpida caza.
à medida que las libaciones se hacÃan más numerosas y frecuentes, y el
vapor del espumoso _Champagne_ comenzaba á trastornar las cabezas,
crecÃan la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los
cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares
los cascos de las botellas vacÃas, y aquéllos cantaban á toda voz
canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá prorrumpÃan
en carcajadas, batÃan las palmas en señal de aplauso, ó disputaban entre
sà con blasfemias y juramentos.
à medida que las libaciones se hacÃan más numerosas y frecuentes, y el
vapor del espumoso _Champagne_ comenzaba á trastornar las cabezas,
crecÃan la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los
cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares
los cascos de las botellas vacÃas, y aquellos cantaban á toda voz
canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá
prorrumpÃan en carcajadas, batÃan las palmas en señal de aplauso, ó
disputaban entre sà con blasfemias y juramentos.
La verdad era que el camino, que
equivocadamente habÃa tornado, se hacÃa cada vez más áspero y difÃcil
y que por una parte la sombra que ya arrojaban las altÃsimas rocas,
que parecÃan suspendidas sobre mi cabeza, y por otro el ruido
vertiginoso del agua que corrÃa profunda á mis pies, y de la que
comenzaba á elevarse una niebla inquieta y azul, que se extendÃa por
la cortadura borrando los objetos y los colores, parecÃan contribuir á
turbar la vista y conmover el ánimo con una sensación de penoso
malestar que vulgarmente podrÃa llamarse preludio de miedo.
Asà transcurrió el espacio de tres años; la historia del _mal
caballero_, que sólo por este nombre se le conocÃa, comenzaba á
pertenecer al exclusivo dominio de las viejas, que en las eternas
veladas del invierno las[1] relataban con voz hueca y temerosa á los
asombrados chicos; las madres asustaban á los pequeñuelos
incorregibles ó llorones diciendoles: _¡que viene el señor del
Segre!_[2] cuando he aquà que no sé si un dia ó una noche, si caÃdo
del cielo ó abortado de los profundos, el temido señor apareció
efectivamente, y como suele decirse, en carne y hueso, en mitad de sus
antiguos vasallos.
Cerca de una hora hacÃa que la conversación giraba alrededor de este
asunto, y ya comenzaba á interpretarse de diversos modos la ausencia
del recién venido, á quien uno de los presentes, antiguo compañero
suyo de colegio, habia citado para el Zocodover, cuando en una de las
boca-calles de la plaza apareció al fin nuestro bizarro capitán
despojado de su ancho capotón de guerra, luciendo un gran casco de
metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turquà con
vueltas rojas y un magnÃfico mandoble con vaina de acero, que resonaba
arrastrándose al compás de sus marciales pasos y del golpe seco y
agudo de sus espuelas de oro.
Cerca de una hora hacÃa
que la conversación giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba á
interpretarse de diversos modos la ausencia del recién venido, á quien
uno de los presentes, antiguo compañero suyo de colegio, habÃa citado
para el Zocodover, cuando en una de las boca-calles de la plaza apareció
al fin nuestro bizarro capitán despojado de su ancho capotón de guerra,
luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una
casaca azul turquà con vueltas rojas y un magnÃfico mandoble con vaina
de acero, que resonaba arrastrándose al compás de sus marciales pasos y
del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro.
¡ No creo en Dios!_ decia aún su acento
agitándose en aquel océano de blasfemias; y Teobaldo comenzaba á
creer.
47 Este, como oyó que Jesús venÃa de Judea á Galilea, fué á él, y
rogábale que descendiese, y sanase á su hijo, porque se comenzaba á morir.
20, note 2.]
Cuando Garcés llego á la cañada y al punto en que, según las
instrucciones de Esteban, debÃa aguardar la aparición de las corzas,
la luna comenzaba á remontarse con lentitud por detrás de los cercanos
montes.
En 1837, aprendà el italiano en San Juan, por acompañar al joven
Rawson,[8] cuyos talentos comenzaban desde entonces[9] a manifestarse.
En tanto que las piezas arrojadas á las llamas comenzaban á
enrojecerse, largos y profundos gemidos parecÃan escaparse de la ancha
hoguera, de entre cuyos troncos saltaban[1] como si estuvieran vivas y
sintiesen la acción del fuego.
Especialmente en la puerta de la cárcel, la
conmoción popular tomaba cada vez mayores proporciones, y ya los
animados diálogos, los sordos murmullos y los amenazadores gritos
comenzaban á poner en cuidado á sus guardas, cuando afortunadamente
llego la orden de sacar al reo.
El arzobispo hizo una señal
de asentimiento con la cabeza, y ya algunos de los fieles que conocÃan
á aquel personaje extraño por un organista envidioso, enemigo del de
Santa Inés, comenzaban á prorrumpir en exclamaciones de disgusto,
cuando de improviso se oyó en el atrîo un ruido espantoso.
V
Ya después de dudar un instante y á una nueva orden de su señor,
comenzaban los pajes á desatar los lebreles, que aturdÃan la iglesia
con sus ladridos; ya el barón habÃa armado su ballesta riendo con una
lisa de Satanás, y el venerable sacerdote, murmurando una plegaria,
elevaba sus ojos al cielo y esperaba tranquilo la muerte, cuando se
oyó fuera del sagrado recinto una vocerÃa horrible, bramidos de
trompas que hacÃan señales de ojeo, y gritos de _¡Al jabali!--¡Por Zas
breñas!--¡Hacia el monte!_ Teobaldo, al anuncio de la deseada res,
corrió á las puertas del santuario, ebrio de alegrÃa; tras él fueron
sus servidores, y con sus servidores los caballos y los lebreles.
[9] =comenzaban desde entonces,= _were then just beginning_.
--à él voy, contestó con calma Esteban, que después de dar una gran
voz acompañada de un silbido para que se agruparan los corderos, que
no perdÃa de vista y comenzaban[1] á desparramarse por el monte, torno
á rascarse la cabeza y prosiguió asÃ:
[Footnote 1: que no perdÃa de vista y comenzaban.
Pues yo no me voy sin verla, me dije, y pian pianito, comencé á pasear
la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un
cadete de Estado Mayor.
Impulsado de un pensamiento religioso, espontáneo é indefinible, eché
maquinalmente pie á tierra, me descubrÃ, y comencé á buscar en el
fondo de mi memoria una de aquellas oraciones que me enseñaron cuando
niño; una de aquellas oraciones que, cuando más tarde se escapan
involuntarias de nuestros labios, parece que aligeran el pecho
oprimido, y semejantes á las lágrimas, alivian el dolor, que también
toma estas formas para evaporarse.
Entonces comenzó una cosa
horrible.
Ésta
comenzó terrible y sangrienta.
Tony comenzó á ladrar
desesperadamente.
Él insistió en
entrar y comenzó a buscar.
El ciego comenzó á ejecutar una marcha guerrera.
Formaron las dos compañÃas, y comenzó la lista nominal.
of_ =comer=
=comenzar= to begin
=comenzó= _3 sing.
Entonces comenzó para el ciego una época miserable y
angustiosa....
Durante sus largos rezos nocturnos comenzó á tener extrañas
alucinaciones.
Después de secarse las lágrimas recobró su alegrÃa y comenzó á charlar
por los codos.
Tony
comenzó á lamer las lágrimas que resbalaban por las curtidas mejillas de
su amo.
Un individuo se separó del árbol y comenzó a andar en su direccion
silbando alegremente.
Con esa inquietud, mezcla de desaliento y esperanza, Pablo comenzó á
seguir aquel rastro de sangre.
Cuando los últimos fardos se perdieron en las calles de Torresalinas,
comenzó la rapiña en la barca.
Y esto diciendo, comenzó á hacer en la bocina la señal del
triunfo para que la oyesen sus servidores.
Sus deseos se habÃan cumplido; los concurrentes le subieron en brazos
á la tribuna, y comenzó la Misa.
El pajarero comenzó á perder la paciencia, y acabó por vender la jaula
en los ocho reales ofrecidos, dando un empujón á D.
La hija de maese Pérez abrió con mano temblorosa la puerta de la
tribuna para sentarse en el banquillo del órgano, y comenzó la Misa.
Dejó partir al otro, y sin perder el tiempo, sacó un cuchillo, y comenzó
a socavar la tierra alrededor de la lápida, hasta que logró levantarla.
Santiago se desprendió bruscamente de los brazos de su hermano y comenzó
á gritar salpicando sus palabras con fuertes interjecciones:
--¡Un coche, un coche!
Apenas la novedad comenzó á extenderse de boca en boca y de casa en
casa, la multitud se lanzo á las calles con ruidosa algazara, y corrió
á reunirse á las puertas de la prisión.
repetà cediendo á sus instancias, sin darme
cuenta á mà mismo del involuntario temor que comenzó á apoderarse de
mi espÃritu, y que me rechazaba como una fuerza desconocida de aquel
lugar; ¡la cruz del diablo!
Los perros levantaron las piezas[4] y comenzó el tiroteo en la parte de
arriba; y salidas las reses del lecho de la quebrada, se hubiera dado
por perdido el lance, si dos de ellas, macho y hembra, no hubiesen
corrido hacia abajo.
Una vez allÃ, la bruja permaneció un largo rato inmóvil, con la cara
hundida entre el légamo y el fango del arroyo que corrÃa enrojecido
con la sangre; después, poco á poco, comenzó como á volver en sà y á
agitarse convulsivamente.
Un
año después comenzó a[215] ejercer su profesión en la marina
mercante del Mediterráneo, y bien pronto pasó a
navegar[216] en el Océano Atlántico, que ofrecÃa esfera de 15
acción más amplia a su genio emprendedor.
X
El caballo relinchó con una fuerza que hizo estremecer el bosque, dió
un bote increÃble, un bote en que se levantó más de diez varas del
suelo, y el aire comenzó á zumbar en los oÃdos del jinete, como zumba
una piedra arrojada por la honda.
à medida que desechaba la primera impresión, Garcés comenzó á
comprenderlo asÃ, y riéndose interiormente de su incredulidad y su
miedo, desde aquel instante solo se ocupó en averiguar, teniendo en
cuenta la dirección que seguÃan, el punto donde se hallaban las
corzas.
Pintar el
efecto desagradable que causó en to do el mundo, serÃa cosa imposible;
baste decir que comenzó á notarse tal bullicio en el templo, que el
asistente se puso de pie y los alguaciles entraron á imponer silencio,
confundiéndose entre las apiñadas olas de la multitud.
Apenas empezó á escucharse ese ruido particular que
produce el agua que se bate á golpes ó se agita con violencia, Garcés
comenzó á levantarse poquito á poco y con las mayores precauciones,
apoyándose en la tierra primero sobre la punta de los dedos, y después
con una de las rodillas.
Abrió un libro devoto y lo volvió á cerrar sin
haber leÃdo cuatro renglones: empezó una carta, y apenas hubo puesto
delante de sà el papel y mojado la pluma en el ancho canjilón de loza
que le servÃa de tintero, desistió de su idea y comenzó á recorrer la
celda agitado y nervioso, como tigre enjaulado.
La noche estaba obscura; no brillaba
una sola estrella en el cielo, ni en toda la plaza se veÃa una sola
luz; no obstante, allá á lo lejos, y en la misma dirección en que
comenzó á percibirse un ligero ruido como de pasos que iban
aproximándose, creyó distinguir el bulto de un hombre: era sin duda el
mismo á quien parecÃa[1] aguardaba con tanta impaciencia.
Que dijo aquella voz medrosa y sobrehumana, nunca pudo saberse; pero
al oirla ambos jóvenes se sintieron poseÃdos de tan profundo terror,
que las espadas se escaparon de sus manos, el cabello se les erizó, y
por sus cuerpos, que estremecÃa un temblor involuntario, y por sus
frentes pálidas y descompuestas, comenzó á correr un sudor frÃo como
el de la muerte.
Presente á la relación de Esteban, como los otros monteros, Garcés fue
acaso el único que oyó con verdadera curiosidad los pormenores de su
increible aventura, y si bien no pudo menos de sonreir cuando el zagal
repitió las palabras de la corza blanca, desde que abandonó el soto en
que habÃan sesteado comenzó á revolver en su mente las más absurdas
imaginaciones.
The first words of the Lord's Prayer in
Latin.]
El zagal, después de guardarse en el zurrón un medio pan blanco y un
trozo de came de jabalÃ, y en el estomago un valiente trago de vino
que le dió por orden de su señor uno de los palafreneros, despidióse
de don DionÃs y su hija, y apenas anduvo cuatro pasos, comenzó á
voltear la honda para reunir á pedradas los corderos.
Una vez el zagal repuesto de su turbación, le dirigió de nuevo la
palabra don DionÃs, y con el tono más serio del mundo, y fingiendo un
extraordinario interés por conocer los detalles del suceso á que su
montero se habÃa referido, le hizo una multitud de preguntas, á las
que Esteban comenzó á contestar de una manera evasiva, como deseando
evitar explicaciones sobre el asunto.
El pastor, convencido por las muestras de interés con que
me disponÃa á escuchar su relate, de que yo no era uno de esos señores
_de la ciudad_, dispuesto á tratar de majaderÃas su historia, levantó
la mano en dirección á uno de los picachos de la cumbre, y comenzó
asÃ, señalándome una de las rocas que se destacaba obscura é imponente
sobre el fondo gris del cielo, que el sol, al ponerse tras las nubes,
teñÃa de algunos cambiantes rojizos.
Cuando el cercano dÃa comenzó á blanquear las altas copas de los
enebros, humeaban aún los calcinados escombros de las desplomadas
torres, y á través de sus anchas brechas, chispeando al herirla la luz
y colgada de uno de los negros pilares de la sala del festÃn, era
fácil divisar la armadura del temido jefe, cuyo cadáver, cubierto de
sangre y polvo, yacÃa entre los desgarrados tapices y las calientes
cenizas, confundido con los de sus obscuros compañeros.
El asistente, obedeciendo las órdenes de su capitán, comenzó á
descargar golpes en la sillerÃa del coro, y después que hubo reunido
una gran cantidad de leña que fué apilando al pie de las gradas del
presbiterio, tomó la linterna y se dispuso á hacer un auto de fe con
aquellos fragmentos tallados de riquÃsimas labores entre los que se
veÃan por aquà parte de una columnilla salomónica, por allá la imagen
de un santo abad, el torso de una mujer, ó la disforme cabeza de un
grifo asomado entre hojarasca.
El asistente, obedeciendo las órdenes de su capitán, comenzó á descargar
golpes en la sillerÃa del coro, y después que hubo reunido una gran
cantidad de leña que fué apilando al pie de las gradas del presbiterio,
tomó la linterna y se dispuso á hacer un auto de fe con aquellos
fragmentos tallados de riquÃsimas labores, entre los que se veÃan por
aquà parte de una columnilla salomónica, por allá la imagen de un santo
abad, el torso de una mujer, ó la disforme cabeza de un grifo asomado
entre hojarasca.
Poco á poco, y bien fuese que el peso de la noche, que ya habÃa pasado
de la mitad, comenzara á dejarse sentir, bien que el lejano murmullo
del agua, el penetrante aroma de las flores silvestres y las caricias
del viento comunicasen á sus sentidos el dulce sopor en que parecÃa
estar impregnada la naturaleza toda, el enamorado mozo que hasta aquel
punto habÃa estado entretenido revolviendo en su mente las más
halagüeñas imaginaciones comenzó á sentir que sus ideas se elaboraban
con más lentitud y sus pensamientos tomaban formas más leves é
indecisas.
HarÃa[1] cosa de unas dos horas que don DionÃs se encontraba en aquel
delicioso lugar, recostado sobre la menuda grama á la sombra de una
chopera, departiendo amigablemente con sus monteros sobre las
peripecias del dÃa, y refiriéndose unos á otros las aventuras más ó
menos curiosas que en su vida de cazador les habÃan acontecido, cuando
por lo alto de la más empinada ladera y á través de los alternados
murmullos del viento que agitaba las hojas de los árboles, comenzó á
percibirse, cada vez más cerca, el sonido de una esquililla semejante
á la del guión de un rebano.
exclamaron en coro los oficiales que rodeaban
al capitán; y como éste se dispusiera á hacerlo asÃ, todos prestaron
la mayor atención á sus palabras, mientras él comenzó la historia en
estos terminos:
--DormÃa esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo
trece[1] leguas de camino, cuando he aquà que en lo mejor del sueño me
hizo despertar sobresaltado é incorporarme sobre el codo un estruendo
horrible, un estruendo tal, que me ensordeció un instante para dejarme
después los oÃdos zumbando cerca de un minuto, como si un moscardón me
cantase á la oreja.
exclamaron en coro los oficiales que rodeaban al
capitán; y como éste se dispusiera á hacerlo asÃ, todos prestaron la
mayor atención á sus palabras, mientras él comenzó la historia en estos
términos:
--DormÃa esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo
trece{152-1} leguas de camino, cuando he aquà que en lo mejor del sueño
me hizo despertar sobresaltado é incorporarme sobre el codo un estruendo
horrible, un estruendo tal, que me ensordeció un instante para dejarme
después los oÃdos zumbando cerca de un minuto, como si un moscardón me
cantase á la oreja.
Por último, viendo perdida toda esperanza, pidió como última merced
que la dejasen un instante implorar del cielo, antes de morir, el
perdón de sus culpas, y de rodillas al borde de la cortadura como
estaba, la vieja inclinó la cabeza, juntó las manos y comenzó á
murmurar entre dientes qué sé yo qué imprecaciones ininteligibles:
palabras que yo no podÃa oir por la distancia que me separaba de ella,
pero que ni los mismos que estaban á su lado lograron entender; Unos
aseguran que hablaba en latÃn, otros que en una lengua salvaje y
desconocida, no faltando quien pudo comprender que en efecto rezaba,
aunque diciendo las oraciones al revés, como es costumbre de estas
malas mujeres.
Luego, poco á poco fué cesando el ruido y la animación; los vidrios de
colores de las altas ojivas del palacio dejaron de brillar; atravesó
por entre los apiñados grupos la última cabalgata; la gente del pueblo
á su vez comenzó á dispersarse en todas direcciones, perdiéndose entre
las sombras del enmarañado laberinto de calles obscuras, estrechas y
torcidas,[1] y ya no turbaba el profundo silencio de la noche más que
el grito lejano de vela de algún guerrero, el rumor de los pasos de
algún curioso que se retiraba el último, ó el ruido que producÃan las
aldabas de algunas puertas al cerrarse, cuando en lo alto de la
escalinata que conducÃa á la plataforma del palacio apareció un
caballero, el cual, después de tender la vista por todos lados como
buscando á alguien que debÃa esperarle, descendió lentamente hasta la
cuesta del alcázar, por la que se dirigie hacia el Zocodover.
II
Las llamas rojas y azules se enroscaban chisporroteando á lo largo del
grueso tronco de encina que ardÃa en el ancho hogar; nuestras sombras,
que se proyectaban temblando sobre los ennegrecidos muros, se
empequeñecÃan ó tomaban formas gigantescas, según la hoguera despedÃa
resplandores más ó menos brillantes; el vaso de saúco, ora vacÃo, ora
lleno y no de agua, como cangilón de noria, habia dado tres veces la
vuelta en derredor del cÃrculo que formábamos junto al fuego, y todos
esperaban con impaciencia la historia de _La cruz del diablo_, que á
guisa de postres de la frugal cena que acabábamos de consumir, se nos
habÃa prometido, cuando nuestro guÃa tosió por dos veces, se echó al
coleto un último trago de vino, limpióse con el revés de la mano la
boca, y comenzó de este modo:
--Hace mucho tiempo, mucho tiempo, yo no sé cuánto, pero los moros
ocupaban aún la mayor parte de España, se llamaban condes[1] nuestros
reyes, y las villas y aldeas pertenecÃan en feudo á ciertos señores,
que á su vez prestaban homenaje á otros más poderosos, cuando acaeció
lo que voy á referir á ustedes.[2]
[Footnote 1: condes = 'counts,' 'earls.' The word conde comes from
the Latin _comes, comitem_, 'companion,' and during the Roman empire
in Spain was a title of honor granted to certain officers who had
jurisdiction over war and peace.
¡Tony!--comenzó á gritar con desesperación.
52 Entonces él les preguntó á qué hora comenzó á estar mejor.
--¿Es cierto que Chile fué el primer paÃs hispano-americano que comenzó
a explotar el hierro?
--Mira, Lola,--comenzó con voz temblorosa y casi imperceptible,--después
que te lo diga, ya no me querrás.
5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó á lavar los pies de los
discÃpulos, y á limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido.
]
Asi pensando y discurriendo pasó Garcés la tarde, y cuando ya el sol
comenzó á esconderse por detras de las vecinas lomas y don DionÃs
mando volver grupas á su gente para tornar al castillo, separóse sin
ser notado de la comitiva y echo en busca del zagal por lo más espeso
é intrincado del monte.
108, note 3]
En este punto del diálogo, terció don DionÃs, y con una desesperante
gravedad á través de la que se adivinaba toda la ironÃa de sus
palabras, comenzó á darle al ya asendereado mozo los consejos más
originates del mundo, para el caso de que se encontrase de manos á
boca con el demonio convertido en corza blanca.
Las viejas naciones se han ejercitado por
décadas en un arte que apenas comenzamos[9] a ensayar nosotros.
Como no vimos la bala, comenzamos á reir satisfechos y hasta orgullosos
de que nos avisasen tan ruidosamente.
[9] =que apenas comenzamos,= _which we have scarcely begun_
(_attempted_); _in which we are beginners_.
comenzaron á gritar los vecinos de la villa presentes al acto.
Los hombres comenzaron á brincar delante de mÃ, gesticulando
de modo extravagante.
Al cabo logróse apaciguar el tumulto, y comenzaron á disponerse á una
nueva persecutión.
Nunca lo hubiera hecho; apenas anduve algunos pasos, la luz
de mi linterna se apagó por sà sola, y mis dientes comenzaron á
chocar, y mis cabellos á erizarse.
El tiempo pasó; comenzaron los zarzales á rastrear por los desiertos
patios, la hiedra á enredarse en los obscuros machones, y las
campanillas azules á mecerse colgadas de las mismas almenas.
Desde este momento las fábulas, que hasta aquella epoca no pasaron de
un rumor vago y sin viso alguno de verosimilitud, comenzaron á tomar
consistencia y á hacerse de dÃa en dÃa mas probables.
El corcel corrÃa, ó mejor dicho nadaba en aquel océano de vapores
caliginosos y encendidos, y las maravillas del cielo ro comenzaron á
desplegarse unas tras otras ante los espantados ojos de su jinete.
Pusiéronse, pues, en cuclillas los circunstantes, inclusos los
polizontes y el mismo Concejal, y comenzaron á ayudarle al _tÃo
Buscabeatas_ en aquella singular comprobación, diciendo todos á un mismo
tiempo con pueril regocijo:
--¡Nada!
Después de ocupado el suntuoso alcázar{145-3} de Carlos V, echóse mano
de la casa de Consejos; y cuando ésta no pudo contener más gente,
comenzaron á invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando á
la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al
culto.
Después comenzaron á oirse como unos himnos distantes que entonaban
las jerarquÃas de serafines; mil himnos á la vez, que al confundirse
formaban uno solo, que, no obstante, era no más el acompañamiento de
una extraña melodÃa, que parecÃa flotar sobre aquel océano de
misteriosos ecos, como un jirón de niebla sobre las olas del mar.
EL BESO
I
Cuando una parte del ejército francés se apodero á principios de este
siglo[1] de la historica Toledo,[2] sus jefes, que no ignoraban el
peligro á que se exponÃan en las poblaciones españolas diseminándose
en alojamientos separados, comenzaron por habilitar para cuarteles los
más grandes y mejores edificios de la ciudad.
En el momento en que Constanza salió del bosquecillo, sin velo alguno
que ocultase á los ojos de su amante los escondidos tesoros de su
hermosura, sus compañeras comenzaron nuevamente á cantar estas
palabras con una melodia dulcÃsima:
CORO
«Genios del aire, habitadores del luminoso éter, venid envueltos en un
jirón de niebla plateada.
EL BESO
POR DON GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER{145-1}
I
Cuando una parte del ejército francés se apoderó á principios de este
siglo{145-2} de la histórica Toledo, sus jefes, que no ignoraban el
peligro á que se exponÃan en las poblaciones españolas diseminándose en
alojamientos separados, comenzaron por habilitar para cuarteles los más
grandes y mejores edificios de la ciudad.
Echó pie á tierra, comenzaron los dimes y diretes del que compra y el
que vende, y sucedió lo que sucede con frecuencia, es decir, que no se
entendieron; porque Pablo querÃa que la punta de ovejas merinas fueran
conducidas por los pastores del vendedor al prado de Villaverde, en las
inmediaciones de Madrid, y el vendedor querÃa deshacerse de sus ovejas
en el monte de Cabeza-fuerte, que era donde se hallaban pastando.
En los torneos del Zocodover,[1] en los juegos florales de la corte,
siempre que se les habÃa presentado coyuntura para rivalizar entre sÃ
en gallardÃa ó donaire, la habÃan aprovechado con afán ambos
caballeros, ansiosos de distinguirse á los ojos de su dama; y aquella
noche, impelidos sin duda por un mismo afán, trocando los hierros por
las plumas y las mallas por los brocados y la seda, de pie junto al
sitial donde ella se reclinó un instante después de haber dado una
vuelta por los salones, comenzaron una elegante lucha de frases
enamoradas é ingeniosas, ó epigramas embozados y agudos.
50, note 2.]
Después de ocupado el suntuoso alcázar[1] de Carlos V, [Footnote:2]
echóse mano de la casa de Consejos;[3] y cuando ésta no pudo contener
más gente, comenzaron á invadir el asilo de las comunidades
religiosas, acabando á la postre por transformar en cuadras hasta las
iglesias consagradas al culto.
_Longfellow's translation_
It is to this realm, where the carnal sinners are punished, that
Dante relegates the lovers Paolo and Francesca da Rimini.]
Ya los descuidados centinelas habian fijado algunas veces sus ojos en
la villa que reposaba silenciosa, y se habian dormido sin temor á una
sorpresa, apoyados en el grueso tronco de sus lanzas, cuando he aquÃ
que algunos aldeanos, resueltos á morir y protegidos por la sombra,
comenzaron á escalar el cubierto peñón del Segre, á cuya cima tocaron
á punto de la media noche.
acaba de mencionar[38] no
comenzarÃan a explotarse sino después que los fértiles prados
sudamericanos hubieran sido ocupados,--observó el señor Mendoza.
En Colombia ha comenzado la explotación
seria.
Algunos paÃses, y ciertas regiones dentro
de un paÃs, están más libres que otros de esa tradición y, por lo tanto,
han comenzado a organizar la enseñanza secundaria como continuación de
la primaria, con el propósito de que la mayor parte del pueblo pueda
terminar en ella su educación después de haber adquirido conocimientos
de valor práctico para la vida.
Allà se ha generalizado, desde hace
algunos años, la casa de estilo marcadamente parisiense, y de aquÃ
que[99] se la designe con el nombre francés de «petit hôtel.» A la
puerta exterior principal que da a[100] la calle, sigue el zaguán, que
conduce al _hall_,[101] palabra[102] muy corriente en el RÃo de la Plata
desde que los nuevos tipos de edificación han comenzado a reemplazar a
los antiguos.
--Eso han comenzado a hacer las sociedades cooperativas, construyendo
silos donde el trigo pueda guardarse en depósito, elevadores de granos
para uniformar los tipos del cereal, bancos agrÃcolas que hagan
préstamos al agricultor con un interés moderado, complementando todo
esto con el aseguro de sus cosechas contra el granizo, la langosta y
otros muchos contratiempos.
Asà intentamos ahora echar un hilo sobre el
ancho abismo que separa a ambas Américas, y si una mano solÃcita del
bien[2] recoge y fija allá el otro cabo, habremos comenzado a construir
el robusto cable que debe unir la actividad intelectual de ambos
continentes.
Ya habÃa comenzado á murmurarla, cuando de improviso sentà que me
sacudÃan con violencia por los hombros.
Ya habÃa comenzado á murmurarla, cuando de improviso sentà que me
sacudÃan con violencia por los hombros.
este mapa, y comience la observación por su propio
paÃs.
este mapa, y comience la observación por su propio
paÃs.
Compare the expression _al primer gallo_, at
midnight.]
Como era natural, después de oirla, aguardé impaciente que comenzara
la ceremonia, ansioso de asistir á un prodigio.
El esquilón llamaba á voz herida á los
fieles desde la torre, y alguna que otra rara persona atravesaba el
atrio silencioso y desierto esta vez, y después de tomar el agua
bendita en la puerta, escogiá un puesto en un rincón de las naves,
donde unos cuantos vecinos del barrio esperaban tranquilamente que
comenzara la Misa del Gallo.
Poco á poco, y bien fuese que el peso de la noche, que ya habÃa pasado
de la mitad, comenzara á dejarse sentir, bien que el lejano murmullo
del agua, el penetrante aroma de las flores silvestres y las caricias
del viento comunicasen á sus sentidos el dulce sopor en que parecÃa
estar impregnada la naturaleza toda, el enamorado mozo que hasta aquel
punto habÃa estado entretenido revolviendo en su mente las más
halagüeñas imaginaciones comenzó á sentir que sus ideas se elaboraban
con más lentitud y sus pensamientos tomaban formas más leves é
indecisas.
Compare the expression _al primer gallo_, at
midnight.]
Como era natural, después de oirla, aguardé impaciente que comenzara
la ceremonia, ansioso de asistir á un prodigio.
El esquilón llamaba á voz herida á los
fieles desde la torre, y alguna que otra rara persona atravesaba el
atrio silencioso y desierto esta vez, y después de tomar el agua
bendita en la puerta, escogiá un puesto en un rincón de las naves,
donde unos cuantos vecinos del barrio esperaban tranquilamente que
comenzara la Misa del Gallo.
Poco á poco, y bien fuese que el peso de la noche, que ya habÃa pasado
de la mitad, comenzara á dejarse sentir, bien que el lejano murmullo
del agua, el penetrante aroma de las flores silvestres y las caricias
del viento comunicasen á sus sentidos el dulce sopor en que parecÃa
estar impregnada la naturaleza toda, el enamorado mozo que hasta aquel
punto habÃa estado entretenido revolviendo en su mente las más
halagüeñas imaginaciones comenzó á sentir que sus ideas se elaboraban
con más lentitud y sus pensamientos tomaban formas más leves é
indecisas.
El caballo comienza a marchar.
of_ =comer=
=comienza= _3 sing.
Nuestro joven señor comienza por donde
otros acaban ...
XXXVI.--EDUCACIÓN
--¿A qué edad comienza la educación de los niños en la América latina?
Pero llega un
obrero que comienza a golpearla, haciéndola pedazos con su
martillo, y la roca exclama:
--Este obrero es más poderoso que yo; ¡Quisiera ser este
obrero!
Pasó el introito[1] y el Evangelió[2] y el ofertorio,[3] y llegó el
instante solemne en que el sacerdote, después de haberla consagrado,
toma con la extremidad de sus dedos la Sagrada Forma y comienza á
elevarla.
Los demás viajeros conseguimos tranquilizarle, y la señora se ve
acometida de un estremecimiento nervioso, y comienza á herir la
delicadeza del fabricante desatándose en improperios contra los corchos,
hasta que llega el interventor del tren y exige el billete de la perra
con mal talante.
En esos ligeros y cortados sueños de la mañana, ricos en imágenes
risueñas y voluptuosas, sueños diáfanos y celestes como la luz que
entonces comienza á transparentarse á través de las blancas cortinas
del lecho, no ha habido nunca imaginación de veinte años que
bosquejase con los colores de la fantasÃa una escena semejante á la
que se ofrecÃa en aquel punto á los ojos del atónito Garcés.
10
A medida que el tren adelanta en su marcha desde
Puerto Limón hacia el interior del paÃs se comienza a
advertir los cambios que presenta la naturaleza.
--En acosar y perseguir á los infelices pastores que se arriesgan por
esa parte de monte, ya haciendo ruido entre las matas, como si fuese
un lobo, ya dando quejidos lastimeros como de criatura, ó
acurrucándose en las quiebras de las rocas que están en el fondo del
precipicio, desde donde llama con su mano amarilla y seca á los que
van por el borde, les clava la mirada de sus ojos de buho, y cuando el
vértigo comienza á desvanecer su cabeza, da un gran salto, se les
agarra á los pies y pugna hasta despeñarlos en la sima....
este mapa, y comience la observación por su propio
paÃs.