se atraviesa una extensa llanura, que lleva
el nombre de Llanos de Caulina.
Por entre[2] esas ramas flotantes y sombrÃas, pasan algunos rayos
de luz, y uno que otro pájaro atraviesa esas ráfagas, volando perezoso.
Uno
de sus rizos caÃa sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues
del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de
sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas
en una joya de oro.
19.--EL ZUM-ZUM
El zum-zum es una especie de colibrÃ, el pájaro más chico y precioso de
todos los de la isla de Santo Domingo, que a no ser por[1] su cola y
piquito, apenas tendrÃa dos pulgadas de longitud: no es posible
describir ni retratar con exactitud los contornos de su exiguo y aguzado
cuerpo, la belleza y brillo metálico de sus colores cambiantes en sus
finÃsimas plumas, sus alitas infatigables, sus rápidos y continuos
movimientos, su graciosa volubilidad; nuestros mismos ojos no tienen
bastante perspicacia para admirarle, porque jamás se fija; siempre en el
aire, expresando un silbido tenue como cuando se desprende la punta de
la lengua de los labios cerrados, entreabierta la boca[2]: ya atraviesa
con la rapidez del rayo, ya se cierne sin percibirse casi su veloz
aleteo (cuyo zumbido originó su nombre), libando la miel de los
_aguinaldos_, de los _dÃctamos_ o de las rosas, sin dignarse posar en
parte alguna: tan silvestre, libre y fugaz, que no puede existir dos
dÃas en jaula sin morir....
Tomando la vuelta de este primer
escalón de la sierra, se atraviesan otros llanos, cubiertos, en cuanto
alcanza la vista, de ricas mieses....
12.--SAN MIGUEL ALLENDE
Unos cuantos minutos más, y estoy ya[1] dentro de San Miguel el
Grande,[2] dentro de esa ciudad donde todo es amable, donde todo es
bello, donde son simpáticas hasta las pobres muchachuelas que con sus
zagalejos atraviesan las calles, cargadas con su verdura, con sus aves,
o con sus manojos de flores.
El esquilón llamaba á voz herida á los
fieles desde la torre, y alguna que otra rara persona atravesaba el
atrio silencioso y desierto esta vez, y después de tomar el agua
bendita en la puerta, escogiá un puesto en un rincón de las naves,
donde unos cuantos vecinos del barrio esperaban tranquilamente que
comenzara la Misa del Gallo.
El esquilón llamaba á voz herida á los
fieles desde la torre, y alguna que otra rara persona atravesaba el
atrio silencioso y desierto esta vez, y después de tomar el agua
bendita en la puerta, escogiá un puesto en un rincón de las naves,
donde unos cuantos vecinos del barrio esperaban tranquilamente que
comenzara la Misa del Gallo.
En todas ellas hubo docenas
de docenas de conventos, cuyos piadosos moradores atravesaban este valle
de lágrimas sostenidos por su fe y por los copiosos tragos y valientes
tajadas con que procuraban conservarse robustos para entrar con pie
firme en la mansión de los bienaventurados.
Cojeando y con la vista en el suelo y cara de vinagre llegó al
monasterio, atravesó el espacioso patio y subió la ancha escalera.
Asà corrió muchas horas, atravesó las cañadas del valle y el pedregoso
lecho del rÃo, é internándose en un bosque inmenso, se perdió entre
sus sombrÃas revueltas, siempre fijos los ojos en la codiciada res,
siempre creyendo alcanzarla, siempre viéndose burlado por su agilidad
maravillosa.
X
Dejó atrás aquellas regiones y atravesó otras inmensidades llenas de
visiones terribles, que ni él pudo comprender ni yo acierto á
concebir, y llegó al cabo al último cÃrculo[1] de la espiral de los
cielos, donde los serafines[2] adoran al Señor, cubierto el rostro con
las triples alas[3] y postrados á sus pies.
Luego, poco á poco fué cesando el ruido y la animación; los vidrios de
colores de las altas ojivas del palacio dejaron de brillar; atravesó
por entre los apiñados grupos la última cabalgata; la gente del pueblo
á su vez comenzó á dispersarse en todas direcciones, perdiéndose entre
las sombras del enmarañado laberinto de calles obscuras, estrechas y
torcidas,[1] y ya no turbaba el profundo silencio de la noche más que
el grito lejano de vela de algún guerrero, el rumor de los pasos de
algún curioso que se retiraba el último, ó el ruido que producÃan las
aldabas de algunas puertas al cerrarse, cuando en lo alto de la
escalinata que conducÃa á la plataforma del palacio apareció un
caballero, el cual, después de tender la vista por todos lados como
buscando á alguien que debÃa esperarle, descendió lentamente hasta la
cuesta del alcázar, por la que se dirigie hacia el Zocodover.
[Footnote 1: Noche-Buena = 'Christmas eve.' It is impossible to
render in English the play upon the words _Buena_ and _mejor_.]
Esto diciendo, la buena mujer que habÃa servido de cicerone á su
vecina, atravesó el atrio del convento de Santa Inés,[1] y codazo en
éste, empujón en aquel, se internó en el templo, perdiéndose entre la
muchedumbre que se agolpaba en la puerta.
_Idem, canto XIV._]
IX
Más allá hirieron sus oÃdos con un estrépito discordante mil y mil
acentos ásperos y roncos, blasfemias, gritos de venganzas, cantares de
orgias, palabras lúbricas, maldiciones de la desesperación, amenazas
de impotencia y juramentos sacrÃleges de la impiedad.[1]
[Footnote 1: This conception of two distinct places in the other
world to which all good words and all evil words go and echo
eternally seems to be original with Becquer.]
Teobaldo atravesó el segundo cÃrculo con la rapidez que el meteoro
cruza el cielo en una tarde de verano, por no oir su voz que vibraba
allà sonante y atronadora, sobreponiéndose á las otras voces en media
de aquel concierto infernal.
Casi al mismo
instante, luego que el marqués hubo atravesado el umbral, fue cerrada
la puerta, y el pobre tÃo Paciencia no pudo ver nada más.
Sin duda no traÃa el bote de sus endiablados untos, porque,
á traerlo, seguro que habrÃa atravesado al vuelo la cortadura, dejando
á sus perseguidores burlados y jadeantes como lebreles que pierden la
pista.
Sin duda no traÃa el bote de sus endiablados untos, porque,
á traerlo, seguro que habrÃa atravesado al vuelo la cortadura, dejando
á sus perseguidores burlados y jadeantes como lebreles que pierden la
pista.
se atraviesa una extensa llanura, que lleva
el nombre de Llanos de Caulina.
Por entre[2] esas ramas flotantes y sombrÃas, pasan algunos rayos
de luz, y uno que otro pájaro atraviesa esas ráfagas, volando perezoso.
Uno
de sus rizos caÃa sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues
del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de
sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas
en una joya de oro.
19.--EL ZUM-ZUM
El zum-zum es una especie de colibrÃ, el pájaro más chico y precioso de
todos los de la isla de Santo Domingo, que a no ser por[1] su cola y
piquito, apenas tendrÃa dos pulgadas de longitud: no es posible
describir ni retratar con exactitud los contornos de su exiguo y aguzado
cuerpo, la belleza y brillo metálico de sus colores cambiantes en sus
finÃsimas plumas, sus alitas infatigables, sus rápidos y continuos
movimientos, su graciosa volubilidad; nuestros mismos ojos no tienen
bastante perspicacia para admirarle, porque jamás se fija; siempre en el
aire, expresando un silbido tenue como cuando se desprende la punta de
la lengua de los labios cerrados, entreabierta la boca[2]: ya atraviesa
con la rapidez del rayo, ya se cierne sin percibirse casi su veloz
aleteo (cuyo zumbido originó su nombre), libando la miel de los
_aguinaldos_, de los _dÃctamos_ o de las rosas, sin dignarse posar en
parte alguna: tan silvestre, libre y fugaz, que no puede existir dos
dÃas en jaula sin morir....